Quien nada debe, nada teme.

Quienes me conocen sabrán que he dado un salto de jurisdicción, un cambio.

Sin embargo, cuando echo la vista atrás, hay muchas anécdotas de penalista correteando en mi cabeza. Sin duda alguna, me quedo con la anécdota con la que más sufrí – que sin saber si por coincidencia o por azar, es con la que más aprendí y con la que comencé a comprender que como abogados debemos crear un enfoque profesional diferente al personal.

Dicen que como mejor se aprende es a base de palos, ¿no?. Así lo hice yo.

Todo empezó con un defendido que me mintió desde el principio de nuestra relación profesional y al que – sin entender a día hoy porqué – creí sin miramientos. Mis compañeros de despacho y especialmente quien era mi Jefe en aquel momento me dieron una gran lección de profesionalidad que entonces no entendí : “en esta profesión hay que ser frio, hay que controlar las emociones y hay que desconfiar de todo defendido que se ponga por delante, pues tienden a mentir”. Supongo que a nadie le gusta ir a un sitio y explicar lo malo que ha sido. Sin embargo, nosotros haríamos mucho mejor nuestro trabajo sabiendo la entera verdad. ¿Cómo podemos defender a alguien, cuando nos cuenta una verdad a medias? ¿Qué cara se nos queda cuando llegamos al acto del Juicio y la parte contraria saca una documentación/testifical que jamás hemos visto/oído y que con ella se acredita la absoluta culpabilidad de nuestro defendido? ¿Cuántas miradas hemos echado a nuestros defendidos en esos momentos? ¿Cómo salir de ellos? Un abogado siempre tiene un AS bajo la manga, ¡¡¡pero no hay que abusar, ya que a veces vamos en tirantes!!!

“Quien nada debe, nada teme”. Esa frase dicha por mi defendido se me quedó grabada, y le creí.

Defendidos del mundo, los abogados no juzgamos, hemos visto y veremos cosas increíbles, no mientan. El ingrediente especial de una defensa sabrosa es conocer la historia de verdad, sin omisiones: “Ah…es que pensé que no era importante…” o “ No se, abogada, lo siento”.

En el fondo, y siendo más fría y menos emocional – como creo estoy aprendiendo a ser en el ámbito profesional – no es nuestro problema; es decir, los defendidos deben preocuparse de sus problemas, los abogados tenemos que escoger la mejor estrategia pero quien, a la hora de la verdad, va a ser ingresado en prisión, o va a ser objeto del pago de una multa son los defendidos.

En mi caso, solicité unas pruebas al Juzgado que por suerte no nos concedieron – aunque en ese momento no me hizo ni pizca de gracia – pues si me hubieran concedido la práctica de las mismas, se hubiera visto mediante cámaras de video-vigilancia como mi defendido de aquel momento cometía un delito.

 

“Temed, desventurados litigantes, más a los pleitos que a los abogados” – Lorenzo Pignotti

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